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Nutrición

Nutrición y enfermedad cardiovascular

Nutrición y enfermedad cardiovascular ¿Qué papel juegan las grasas de la sangre?

La enfermedad cardiovascular (angina, infarto de miocardio, ictus cerebral) es la complicación clínica de la arterioesclerosis (formación de placas en las arterias). Es la principal causa de mortalidad en el mundo desarrollado.

Los principales factores de riesgo de enfermedad cardiovascular son:

  • La hiperlipidemia: el exceso de colesterol y/o triglicéridos.
  • La hipertensión arterial.
  • La diabetes mellitus.
  • La obesidad.
  • El tabaquismo. 

Dicho esto, es fácil comprender que unos hábitos de vida saludables, especialmente una dieta adecuada, disminuyen el riesgo cardiovascular.

La relación existente entre la nutrición y el desarrollo de arterioesclerosis se sustenta principalmente en la influencia de la dieta sobre el metabolismo de los lípidos (grasas).

El exceso de colesterol total en sangre, un aumento del colesterol LDL (el malo) y un descenso del HDL (el bueno) aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. Se recomienda mantener el colesterol total en cifras inferiores a 200 mg/dl y el colesterol HDL (cHDL) por encima de 35 mg/dl. La fracción del colesterol que más hay que vigilar es el LDL-colesterol (cLDL).

Para un individuo sin factores de riesgo asociados, se recomienda que tenga el colesterol por debajo de 160 mg/dl.

En personas con 2 o más factores de riesgo asociados se recomiendan cifras inferiores a 130 mg/dl.

Los pacientes que ya han tenido una complicación cardiovascular, como por ejemplo una angina de pech,o no deben tener valores de cLDL por encima de 100 mg/dl.

Las cifras de triglicéridos hay que mantenerlas por debajo de 200mg/dl.

¿Es capaz la alimentación de aumentar las grasas circulantes?

La dieta es el principal factor exógeno que influye sobre la concentración y composición de los lípidos que circulan por la sangre.

El contenido total en calorías de la dieta influye en los lípidos circulantes. Las dietas con exceso de calorías (hipercalóricas) estimulan la producción de triglicéridos en el hígado y aumentan los niveles de cLDL. Cuando una persona con exceso de peso pierde kilos tras hacer una dieta baja en calorías, disminuyen las cifras de triglicéridos y aumenta el cHDL.

La ingesta de colesterol en la dieta parece influir en las cifras de colesterol en sangre. Se recomienda un consumo de colesterol por debajo de 300 mg/dl. Por ejemplo, 100g de sesos o riñones tienen 400mg de colesterol, 100g de marisco o mantequilla, 250mg; 100 g de carne de ternera, 100mg; 100g de pescado o pollo contienen 75 mg de colesterol, 100g de pescado unos 40mg y 100g de leche entera 10 mg (3mg si es descremada). De todas formas, gran parte del colesterol circulante es fabricado por nuestro propio organismo y además la capacidad del intestino para absorber colesterol varía mucho de unos individuos a otros y parece estar determinada genéticamente, por lo que el colesterol dietético tiene una importancia relativa.

Más importante que el colesterol dietético son los ácidos grasos ingeridos en la dieta. La cantidad y calidad de ácidos grasos de la dieta van a ser el condicionante exógeno más importante del nivel de colesterol en sangre. Existen 3 tipos:

Saturadas. Los productos de origen animal (carne, vísceras, etc) contienen ácidos grasos saturados, así como algunos vegetales (palma, coco). El exceso de grasas saturadas es el factor nutricional más directamente relacionado con los niveles de colesterol sérico, desarrollo de arteriosclerosis y mortalidad cardiovascular. La mayoría de productos de bollería, a pesar de que la harina es su ingrediente principal, suelen elaborarse con grasas saturadas, por lo que son desaconsejables y sólo podrían consumirse ocasionalmente. Este tipo de grasa no debe superar el 10% de las calorías de la dieta.

Polisaturadas. Existen 2 tipos. Los ácidos grasos de la serie omega-3 están presentes en algunos vegetales y, sobre todo, en el pescado y otros animales marinos. Los de la serie omega-6 se encuentra en alimentos vegetales como el aceite de girasol y maíz. El consumo de alimentos ricos en ácidos grasos omega-3 parece ser beneficioso de cara al nivel de grasas circulantes y al riesgo cardiovascular, ya que disminuye el cLDL. Así pues, es conveniente consumir pescado varias veces a la semana. El pescado azúl es más rico en grasa que el blanco pero sobre todo a expensas de omega-3. El marisco contiene colesterol pero también ácidos grasos omega-3 y no perjudica el perfil de las grasas en la sangre a no ser que se consuma en exceso. Se recomienda en torno al 7% del total de calorías de la dieta.

Monoinsaturadas. Están presentes en ciertas grasas vegetales, el más importante es el ácido oleico (aceite de oliva). El Estudio "Siete Países" mostró que un consumo elevado de monoinsaturados derivados del aceite de oliva se asociaba tanto a bajos niveles de colesterol, aumento del cHDL y, por lo tanto, a tasas reducidas de enfermedad cardiovascular. Se recomienda que aporte el 15% de las calorías de la dieta.

Una dieta saludable debe tener un porcentaje de grasas en torno al 30%. Se admite hasta el 35% siempre que se respete la proporción correcta insaturados/saturados.

Los componentes "no grasa" de la dieta ¿Son también importantes?

En una dieta saludable, los Hidratos de Carbono (pan, arroz, patatas, pasta, etc.) representan la mitad de las calorías totales de la dieta. En exceso aumentan los niveles de triglicéridos séricos. Las proteinas deben suponer en torno al 16% de las calorías totales.

La fibra: La llamada fibra insoluble es abundante en los cereales y ayuda a regular el tránsito intestinal. La fibra soluble (gomas, pectinas), contenida en legumbres, verduras y frutas, se une a ácidos biliares en el intestino promoviendo la eliminación de grasa por las heces. Además, la fibra contiene esteroides vegetales como las saponinas que compiten con el colesterol por su absorción intestinal. La fibra disminuye el colesterol total y el cLDL. Se recomienda una ingesta de fibra entre 20 y 35 g/día.

Vitaminas y otros antioxidantes: Los antioxidantes disminuyen la formación de unos productos llamados radicales libres de oxígeno, que influirían en las células responsables de la formación de la placa de ateroma. Está demostrado que dietas ricas en alimentos que contienen estas sustancias (de nuevo la fruta y la verdura) reducen el riesgo de enfermedad cardiovascular. Son antioxidantes vitaminas como el ácido ascórbico (vitamina C), tocoferoles (vitamina E) y carotenoides (Vit. A). Sin embargo, no se ha obtenido ningún beneficio de los suplementos vitamínicos artificiales en población sana, incluso son perjudiciales en exceso. No sólo estas vitaminas son las responsables del efecto protector cardiovascular de los vegetales, también lo son otros antioxidantes menos conocidos llamados polifenoles (flavonoides e isoflavonas).

Podemos encontrarlos en alimentos como aceitunas, col, broccoli, legumbres, soja y otros vegetales; el té, el chocolate, aceite de oliva y vino tinto. Sí, en efecto, el vino tinto también tiene estas sustancias beneficiosas y, aunque el exceso de alcohol es perjudicial, un consumo moderado (1-2 vasos de vino al día) disminuye el riesgo de enfermedad coronaria. Obsérvese que el aceite de oliva también contiene estas sustancias, lo que podrían explicar su potencial antiaterogénico más a allá de su influencia beneficiosa sobre el perfil lipídico. Por su menor manipulación, el aceite de oliva virgen extra es más rico en polifenoles, que son los responsables de su sabor algo amargo.

Hipertensión, Diabétes y Obesidad ¿Aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular?

La tensión arterial elevada y la diabetes mellitus un importante factor de riesgo cardiovascular. En pacientes con tensión arterial alta (mayor de 140/90 mmHg en la población general, mayor de 130/85 en diabéticos) se recomienda moderación en el consumo de sal en las comidas (no más de 3 gramos al día), y en individuos obesos restricción calórica y ejercicio regular.

La diabetes mellitus duplica el riesgo de eventos cardiovasculares. El tratamiento nutricional es una parte esencial del manejo de la enfermedad. Un adecuado control glucémico disminuye el riesgo cardiovascular.

Existe controversia sobre si la obesidad debe considerarse un factor de riesgo independiente. Lo que es claro es su relación con la Enfermedad cardiovascular por la coexistencia con otros factores de riesgo, particularmente dislipemia, hipertensión y diabetes. En obesos una pérdida de peso discreta en torno al 10% se ha demostrado que disminuye el riesgo de Enfermedad cardiovascular.

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