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Pediatría

El niño hiperactivo

El niño hiperactivo¿Qué es?

Los primeros casos descritos de niños hiperactivos datan de principios de 1.900. A lo largo de este siglo ha sido descrito con diferentes términos: Disfunción cerebral mínima, Síndrome del niño hiperactivo, Trastorno de déficit de atención, y, más recientemente Trastorno de hiperactividad con déficit de atención (THDA). Se estima que afecta a un 4% de todos los escolares, especialmente a los varones.

Los niños con THDA son aquéllos que presentan problemas de conducta hiperactiva (no paran quietos) e impulsiva, con dificultad para mantener la atención de forma mantenida en las actividades que realizan. En algunos casos solamente presentan síntomas de desatención, sin asociar conducta hiperactiva.

¿Cuál es la causa?

A pesar de ser conocido este trastorno desde hace un siglo, no se conoce con certeza la causa. Se han implicado factores genéticos (herencia), alimenticios (aditivos alimentarios), tóxicos (intoxicación por plomo) y neurológicos (alteraciones del sistema nervioso). Actualmente se piensa que pueda obedecer a una alteración de los neurotransmisores (sustancias químicas que transmiten las señales entre las células nerviosas), aunque se desconoce exactamente de cuál.

¿Cómo reconocerlo?

Estos niños suelen presentar síntomas antes de los 6 años, aunque será al iniciar la escolaridad cuando se pondrán más de manifiesto. Sus padres suelen describirlos como "nerviosos y difíciles de calmar durante la infancia". En la mayoría de los casos se mantienen los síntomas durante toda la infancia. Al llegar a la adolescencia muchos mejoran, aunque en un 30-50% de los casos continúan los síntomas hasta la edad adulta, sin poder predecir cuál será la evolución de cada caso en particular. Algunos de ellos pueden presentar problemas de conducta, adicción a tóxicos diversos y actos delictivos.

Un niño con THDA suele presentar de forma frecuente los siguientes comportamientos:

Dificultad para concentrarse

Conducta hiperactiva:

  • Agitación e hiperactividad casi constante; no está sentado en el mismo asiento durante mucho tiempo, mueve piernas y manos y se retuerce en el sitio. Se aprecia incluso durante las comidas o a la hora de dormir.
  • Corretea y trepa inoportunamente. Con frecuencia se mete en líos o en situaciones peligrosas.
  • Habla mucho, responde anticipadamente a las preguntas en el colegio. Interrumpe la clase con comentarios inapropiados.
  • Casi siempre juega estrepitosamente.
  • Se cuela en la fila o es incapaz de esperar su turno en las actividades, por lo que con frecuencia es rechazado por los compañeros, porque le es difícil aceptar las normas de juegos y actividades grupales.
  • Interrumpe y molesta a otros niños.

Falta de atención:

Es incapaz de fijar la atención en las actividades. Se distrae a menudo por estímulos extraños, por lo que a menudo pierde el interés por una actividad en cinco minutos, saltando continuamente de una a otra sin finalizarlas. Con frecuencia deja esparcido por la casa un rastro de juguetes. En contraposición, suele ser capaz de mantener su atención en el trepidante mundo de los dibujos animados y de los videojuegos.Aunque mantiene pegados los ojos a la pantalla, suele mover constantemente las piernas y los brazos.

Dificultad para seguir instrucciones. No presta atención a los detalles, por lo que comete errores en los deberes u otras tareas.

Parece no escuchar a padres / profesores, aunque se le hable directamente. Parecen estar "en otro mundo" y no responde cuando está subiéndose a una mesa o saltando en el sofá. Aunque esto resulta con frecuencia irritante, los padres suelen percibir que su hijo no puede (en contraposición a no quiere) estarse quieto o tranquilizarse. Los niños que se comportan mal intencionadamente, a menudo, alzarán la vista para ver cómo reaccionan sus padres a su mala conducta.

Pierde frecuentemente las cosas que necesita para el colegio o en casa.

Olvida con frecuencia actividades diarias.

Le cuesta organizar tareas.

Al prestar menos atención a las tareas, el progreso académico puede retrasarse y presentar problemas de aprendizaje en un porcentaje estimado, según algunos estudios, del 40%.

Un dato característico es que los padres suelen confesar que han "probado de todo" con ellos (desde ignorar la mala conducta de su hijo hasta recriminársela de forma severa), pero nada parece funcionar.

¿Cómo se diagnostica?

Muchos niños presentan 2-3 de las anteriores características, sin que ello suponga un diagnóstico de THDA. El diagnóstico se establecerá cuando un niño presente muchas de ellas, año tras año, y en situaciones diversas (casa, colegio, parque, amigos...). Es poco probable este diagnóstico si solo muestra problemas de conducta en casa, pero no en los otros sitios. A menudo empeoran en las situaciones en las que hay mayor actividad y ruido.

Es por ello que un diagnóstico de THDA solo puede hacerse obteniendo información acerca de la conducta de su hijo en distintos ambientes, de distintas personas que le conocen. Para ello su pediatra le puede entregar cuestionarios sobre la conducta de su hijo para cumplimentar en casa y en la escuela. Es conveniente comprobar una correcta capacidad auditiva y visual del niño, para descartar problemas a ese nivel. En algunos casos su médico puede requerir la evaluación de otros profesionales especializados en este campo, como pueden ser el neurólogo, psiquiatra o psicólogo infantil. La depresión o la ansiedad puede en ocasiones causar síntomas similares.

¿Cuál es su tratamiento?

Se ha comprobado que no existe ningún tratamiento que por sí solo consiga efectos positivos. Los mejores resultados se consiguen cuando se combina una buena información y formación de los padres sobre el problema, una adecuada intervención educativa en la escuela y los efectos de medicaciones estimulantes, en los casos en los que están indicadas. Todo este plan conjunto va orientado a ayudar al niño a concentrarse en una actividad y a mantener y mejorar sus aprendizajes.

Se recomienda utilizar técnicas de modificación del comportamiento de "estímulo positivo": recompensar sus buenos comportamientos, aprendiendo a ignorar los negativos, utilizando tiempos muertos (enviar al niño a su cuarto, antes que chillarle o castigarle). Estos niños suelen mejorar su rendimiento cuando tienen sus tareas bien estructuradas, con programas bien establecidos para sus actividades tanto en casa como en la escuela.

Se les debe crear una rutina diaria, y explicarles que se espera de ellos que la cumplan sin dilación, para lo cual se recompensa con elogios, incluso los intentos que no finalizan. Hay que establecer reglas sencillas, claras y en el menor número posible, estableciendo límites firmes, de cumplimiento obligado.

Entre esas rutinas diarias de las que hablábamos, pintar dibujos infantiles puede ser una excelente opción porque requiere unas dosis de atención y de precaución beneficiosas para los niños. Además es una actividad poco estresante, por lo que en ese aspecto también estaremos beneficiando la tranquilidad de nuestro hijo.

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Antes de acostarse deben pasar un rato tranquilo, evitándoles juegos y actividades estresantes, como ver algunos programas de televisión. No conviene llevarles en viajes largos de automóvil, ni en jornadas de compras muy prolongadas. En casa es conveniente poner fuera de su alcance los objetos valiosos, peligrosos o frágiles.

Sin que se sepan claramente los mecanismos, un porcentaje importante de niños mejoran su atención y rendimiento escolar con algunos fármacos estimulantes, que deben ser establecidas y controladas por su médico. A pesar de toda la polémica que ha suscitado su utilización, hay múltiples estudios que confirman tanto su efectos positivos en muchos de los casos, como la seguridad de su utilización. Con frecuencia se administra a estos niños infusiones o medicamentos sedantes, "tranquilizadores", que no solamente no mejoran su atención, sino que a veces lo empeora, por lo que no se recomienda su uso.

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Categorías: Enfermedades, Pediatría,
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