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Enfermedades

Hidatidosis: diagnóstico y tratamiento

Hidatidosis:diagnóstico y tratamiento¿Cuándo sospechar la hidatidosis?

No existen síntomas específicos, siendo los primeros años de desarrollo del quiste incluso totalmente asintomáticos. Sin embargo, cuando alcanzan ya un cierto tamaño y aparecen las complicaciones evolutivas descritas, es cuando dan síntomas. Estos pueden ser por la aparición de una sensación de masa que el paciente descubre un día, al observarse o palparse, y que puede acompañarse de molestias vagas e imprecisas. Esta situación suele darse en los quistes hepáticos superficiales que crecen hacia el abdomen haciéndose manifiestos. En el pulmón suele aparecer tos, fatiga y dolor torácico. También pueden aparecer síntomas por compresión de órganos vecinos.

La clínica más frecuente es la determinada por las complicaciones evolutivas del quiste. Pueden dar lugar a fiebre alta con importante afectación general, incluso shock séptico, cuando el quiste se infecta por fisuración. Estos episodios de fisuración también dan lugar a molestias o dolor local, o a crisis de urticaria por la sensibilización alérgica desarrollada a lo largo de los años frente a las proteínas del parásito.

El quiste puede romperse bien de forma espontánea o traumática, dando lugar a graves crisis de dolor y fenómenos de anafilaxia con urticaria e incluso shock. Al romperse el quiste, pueden liberarse tanto vesículas hijas como líquido hidatídico, produciendo siembra peritoneal (diseminación por el peritoneo) o pleural (diseminación por la pleura) con hidatidosis secundaria, de difícil solución en muchos casos.

Si el quiste se abre a la vía biliar, aparece ictericia y colangitis (inflamación de la vía biliar) con dolor y fiebre. En casos de apertura al bronquio, puede aparecer vómica, dolor fiebre y hemoptisis.

¿Cómo se diagnostica?

En muchas ocasiones, el quiste hidatídico aparece de manera casual en estudios radiológicos o ecográficos realizados por otros motivos. En pulmón, se manifiesta en la radiografía simple como una sombra redondeada de densidad agua, de límites bien definidos. En hígado, bien puede verse una imagen redondeada de densidad calcio si el quiste está total o parcialmente calcificado, o puede existir una elevación del diafragma derecho. La ecografía (que no es válida en pulmón), muestra una imagen redondeada, con un cierto refuerzo de pared y con ecos en su interior que traducen la presencia de múltiples vesículas, si es que existe.

Ante la sospecha de que esa tumoración sea hidatídica o exista clínica sugestiva especialmente en zonas endémicas (¡ojo a las crisis de urticaria inexplicable unidas a dolor abdominal!), se debe realizar un estudio analítico que debe comprender un hemograma y pruebas inmunológicas (anticuerpos contra el gusano de la hidatidosis) que nos darán el diagnóstico biológico de hidatidosis. En el hemograma, suele existir un aumento de las cifras de leucocitos eosinófilos por encima del 5% (eosinofilia). El test de hemaglutinación y el test ELISA, constituyen las pruebas inmunológicas de mayor especificidad y sensibilidad.

El estudio diagnóstico debe completarse con la realización de una ecografía si no se había realizado previamente y de una TAC abdominal, que nos permitirán confirmar la hidatidosis y nos proporcionarán datos valiosos sobre situación, compromiso vascular, diseminación secundaria, quistes asociados o contenido del quiste, aspectos de gran interés a la hora de planificar una estrategia terapéutica adecuada. La resonancia magnética (RM), también aporta datos muy precisos en este sentido.

¿Cómo se trata la hidatidosis?

Se trata de una enfermedad de tratamiento quirúrgico. El tratamiento médico tiene interés sólo como preparación preoperatoria y como complemento postoperatorio, especialmente si ha habido una diseminación en el peritoneo. Se utiliza el albendazol, en tres tandas de cuatro semanas de tratamiento, con un descanso entre ciclos de dos semanas. No debe administrarse en embarazo y lactancia y debe asociarse a anovulatorios en mujeres en edad fértil por ser teratógeno. Es necesario hacer un control analítico para controlar las transaminasas, que suelen elevarse durante el tratamiento.

Como decíamos, el tratamiento de elección es la intervención quirúrgica. Únicamente los quistes pequeños, calcificados y con pruebas biológicas negativas pueden dejarse sin operar, así como aquellos pacientes en los que exista una contraindicación quirúrgica formal por procesos generales, en los que se debe recurrir al tratamiento médico con control evolutivo. La finalidad de la intervención es la eliminación completa del parásito y de las lesiones que ha producido, todo ello de la manera menos agresiva posible para evitar una alta tasa de complicaciones en una enfermedad que es benigna.

La vía de abordaje debe ser amplia para permitir una correcta exploración del quiste y su órgano hospedador, así como de toda la cavidad torácica o abdominal. Antes de proceder al tratamiento del quiste, es necesario aislarlo y protegerlo mediante compresas empapadas en una sustancia escolicida, evitando así derrames y vertidos incontrolados que puedan producir siembras secundarias.

Por lo que respecta a las técnicas a realizar, lo ideal es extirpar el quiste completo con su adventicia. Esto se conoce como quistorresección, que puede ser cerrada (quiste entero sin vaciar) o abierta (quiste vaciado previamente por punción). Así como esta técnica se realiza fácilmente en el pulmón (técnica de Pérez Fontana), no siempre se puede llevar a cabo en el hígado, especialmente en quistes centrales o profundos por su relación con estructuras vasculares importantes, que podrían desencadenar hemorragias cataclísmicas. En estas situaciones, tras puncionar, vaciar y esterilizar la cavidad con un escolicida, no queda otro remedio que realizar una periquistectomía parcial, es decir quitar parte de la adventicia que rodea al quiste, dejando su porción más profunda y peligrosa. Incluso en ocasiones ni siquiera puede quitarse algo de adventicia, teniendo que plicar la cavidad residual (hacer un pliegue) sobre un tubo de drenaje (tunelización). En estos casos de tunelización o resección parcial de la adventicia, es necesario buscar, localizar y suturar las fístulas biliares si es que existen, para evitar fugas en el postoperatorio. En ocasiones, por razones de vecindad, es obligado extirpar también la vesícula biliar.

¿Puede reproducirse un quiste hidatídico?

Sí, y ello puede ser debido a varios factores entre los que destacan los siguientes: En las técnicas sin resección de la adventicia o si ha sido parcial, puede ocurrir que si ha habido vesiculación exógena, es decir, con formación de vesículas hacia fuera y no hacia dentro del quiste como es habitual, alguna de ellas quede sin extirpar y sea causa de recidiva. Lo mismo ocurre en casos de quistes multivesiculares en los que una pequeña vesícula pueda quedar alojada en un recoveco de una adventicia anfractuosa, creciendo posteriormente y recidivando el quiste. Estas posibilidades constituyen el argumento principal de los que defienden las técnicas radicales, mucho más agresivas y peligrosas, aunque la tecnología actual gracias al bisturí ultrasónico, la ecografía durante la operación y el bisturí de argón, reduzca sus complicaciones de una forma notoria.

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