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Enfermedades infecciosas

Leptospirosis

Leptospirosis¿Qué es la leptospirosis?

La leptospirosis es una enfermedad infecciosa, causada por bacterias espiroquetas, del género Leptospira, y que se trasmite generalmente por contacto directo con animales domésticos infectados o por contagio indirecto a través de aguas contaminadas por la orina de los animales.

Es la zoonosis más extensa del mundo, siendo reemergente en los países tropicales y subtropicales, debido a que existen determinadas condiciones ambientales que favorecen su transmisión, tales como lluvias abundantes, elevadas temperaturas, desborde de aguas residuales durante las inundaciones y suelos ácidos. Sin embargo, aunque en nuestro medio es considerada una enfermedad rara, es una infección bacteriana grave y contagiosa.

¿Qué lo produce y cómo se produce?

Las espiroquetas del genero Leptospira que causan esta enfermedad presentan una morfología y fisiología muy uniformes, aunque serológicamente son muy diversas. Tradicionalmente se han agrupado en cepas patógenas, como lo es Leptospira interrogans y en no patógenas como la especie Leptospira biflexa. Estas bacterias, son bacilos delgados (con forma de bastón) en forma de espiral y presentan un gancho en uno de los extremos, en el caso de L. interrogans con forma de interrogación y en el caso de L. biflexa el gancho está doblado dos veces.

El mecanismo de adquisición de la enfermedad es en la mayoría de los casos por contacto a través de una herida en la piel con tierra, agua, ó vegetación que ha sido contaminada con orina de animales infectados. También, aunque en menor frecuencia, el consumo de aguas y alimentos contaminados es fuente de contagio, y en general no se transmite de persona a persona.

Los animales domésticos más afectados son los perros, vacas, cerdos y caballos. Actuando las ratas y ratones como reservorios primarios (huéspedes de mantenimiento). En los roedores se produce una infección renal crónica, con excreción de grandes cantidades de bacterias en la orina. Las bacterias generalmente mueren al estar expuestas al calor, la luz, detergentes, o desinfectantes, pero pueden permanecer viables en aguas alcalinas o en suelo húmedo.

Entre los factores de riesgo que influyen en el contagio de la enfermedad están la exposición ocupacional de trabajadores relacionados con la manipulación de animales, (granjeros, veterinarios, trabajadores de mataderos), la exposición recreativa por actividades acuáticas de agua dulce, acampada en zonas húmedas, y la exposición en el hogar a través de las mascotas, ganado doméstico, sistemas de recolección de aguas de lluvia e infestación por roedores infectados.

Manifestaciones clínicas

Tras la exposición a la bacteria y una vez que ésta ha conseguido penetrar por la piel o mucosas, ayudada por su movilidad, llega a la sangre, se distribuye por todo el organismo, y se elimina por la orina, pudiendo causar enfermedad después de un período promedio de 1 a 2 semanas.

En el hombre, las manifestaciones clínicas varían desde un cuadro similar a una “gripe” hasta una manifestación más severa, que se conoce como enfermedad de Weil o espiroquetosis icterohemorrágica. En el 90% de los casos, la infección se resuelve sin mayores consecuencias, y solamente un 5-10% de las personas desarrollan el cuadro severo que si no se trata oportunamente puede ser mortal.

El cuadro clínico se presenta en dos fases:

La primera fase se caracteriza por fiebre elevada, escalofríos, sudoración, dolores de cabeza, dolores musculares en muslos y región lumbar y aumento de la sensibilidad cutánea. También pueden aparecer con menor frecuencia, nauseas, vómitos, anorexia, diarrea, tos y dolor torácico así como hemorragia conjuntiva. Durante esta fase “gripal” inespecífica de la enfermedad, las leptospiras se pueden aislar de la sangre, del líquido cefalorraquídeo y la mayoría de los tejidos. En esta fase, la más común, puede darse una meningitis aséptica, que suele durar solo algunos días, y nunca es fatal. Finalizando el cuadro con alivio de los síntomas y disminución de la temperatura.

En algunos casos, tras esta primera fase se puede presentar una segunda de mayor gravedad, dependiendo de la bacteria infectante. Este segundo período es el que se llama enfermedad de Weil o espiroquetosis icterohemorrágica, y entre sus síntomas se pueden dar: manifestaciones renales tales como niveles altos de proteínas y presencia de sangre en la orina, lesión hepática que se manifiesta por ictericia, manifestaciones hemorrágicas (nasales, expectoración de sangre y hemorragias en distintas vísceras), manifestaciones pulmonares en forma de neumonía atípica, y deterioro de las funciones mentales que incluyen delirio, alucinaciones o alteraciones del comportamiento.

Aunque en la forma ictérica de la enfermedad generalizada la afectación hepática con ictericia es llamativa, los pacientes que sobreviven no sufren lesiones hepáticas permanentes, e igualmente la mayoría recupera la función renal normal.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico es difícil debido a su similitud con otras enfermedades, como encefalitis, gripe, hepatitis y meningitis, pero el número de personas que fallecen en relación con el total de enfermos es bajo.

Las pruebas diagnósticas se basan en el aislamiento de la bacteria o en detectar anticuerpos producidos por el organismo frente al patógeno.

El aislamiento del microorganismo durante la primera fase de la enfermedad debe buscarse en sangre o en líquido cefalorraquídeo y durante la segunda fase en orina. La evidencia de su presencia en las muestras será por la observación por microscopía, inmunofluorescencia directa, tinciones de plata en tejidos fijados o la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). También se pueden realizar pruebas serológicas como la aglutinación macro y microscópica, hemoaglutinación indirecta, e inmnoensayos (ELISA e inmunoblot)

Tratamiento

Es importante que se inicie el tratamiento tan pronto como sea posible ya que es más efectivo cuando es administrado a partir de la primera semana desde el inicio de los síntomas.

Se realiza a base de antibióticos como doxicilina, penicilina, eritromicina, ampicilina, tetraciclinas y cloramfenicol.

En los pacientes gravemente enfermos, el tratamiento con penicilina G o ampicilina debe administrarse en forma parenteral y en casos menos graves puede emplearse doxiciclina, ampicilina o amoxicilina por vía oral cuando el paciente lo pueda tolerar.

La observación clínica cuidadosa y el tratamiento general de sostén son especialmente importantes para detectar y mejorar las complicaciones como la insuficiencia renal, hipotensión y hemorragias.

En algunos casos de compromiso renal es necesaria la diálisis, pues el fallo renal es la principal causa de muerte por Leptospirosis y en algunos casos pueden ser necesarias otras medidas terapéuticas tales como terapia hidroelectrolítica, diálisis peritoneal o incluso transfusión sanguínea en pacientes graves.

La doxicilina y no las penicilinas, se puede usar para evitar la enfermedad en pacientes expuestos a animales infectados con aguas contaminadas con orina.

¿Cómo prevenirlo?

Ya que la leptospirosis es una zoonosis, en la que los hospedadores primarios son animales silvestres y los animales domésticos (ganado, animales de granja y mascotas) son una posible fuente de infección para el ser humano, una forma de controlar la enfermedad es a través de la vacunación de los animales domésticos y el mantenimiento alejado de los roedores de los lugares habitados. Sin embargo, el control epidemiológico es extremadamente difícil debido a que la leptospira persiste por períodos prolongados en los túbulos renales y es excretada por la orina de los animales salvajes que además representan un reservorio importante para reinfectar continuamente a los animales domésticos.

Si un animal doméstico es diagnosticado de Leptospirosis, las medidas a tomar no afectarán a las actividades diarias ya que no suponen riesgo, sin embargo, se evitará el contacto directo o indirecto con la orina, sangre y otros tejidos del animal durante el período de infección. Por ejemplo, asistir un parto de una hembra infectada es una actividad de alto riesgo.

Por otro lado, para evitar el contagio de la enfermedad son necesarias medidas sanitarias rigurosas respecto al control de plagas de roedores, la protección de las fuentes de consumo para evitar su contaminación con orina de animales, el correcto mantenimiento de las redes de abastecimiento de agua y alcantarillado, la manipulación correcta de los residuos sólidos, y el control de las aguas potencialmente contaminadas. Además, el uso de indumentaria adecuada (guantes y botas de goma) y vacunación de trabajadores que manipulan animales evitará la contaminación en este terreno.

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