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Salud del niño

¿Tengo que llevar a mi hijo al logopeda?

¿Tengo que llevar a mi hijo al logopeda?Esta pregunta puede rondar por la cabeza de cualquier padre, ante la evidencia de que con respecto a otros niños de igual edad, el suyo no muestra avances en el aprendizaje del habla.

Sin embargo, restringir la actividad del logopeda a la ayuda que pueden propiciarle a nuestros niños para hablar en los tiempos indicados o ejecutar los sonidos alfabéticos adecuadamente, es un error de concepto, ya que esta rama de las ciencias educativas va mucho más allá.

Por ello hemos preparado este artículo, en el que además de obtener una respuesta a la interrogante del título, en caso de que sea lo que buscas, podrás también conocer cuándo un niño necesita de atención de un especialista en logopedia.

Dislalias

Las dislalias o dificultades para pronunciar uno o más sonidos, son uno de los fenómenos más frecuentes que los logopedas enfrentan. Sus causas son variadas y pueden radicar en problemas de discriminación auditiva o en dificultades orofaciales como falta de tono muscular en la lengua, posicionamiento inadecuado de la misma para la emisión de los sonidos, respiración superficial y muchas más.

Probablemente, has conocido a niños, y quizás algún que otro adulto, que presentan dificultades para pronunciar correctamente el sonido de la r, sobre todo en su forma múltiple (rr), y que las sustituyen involuntariamente por un sonido más cercano a la g. Además, hay otras personas para las que la s se convierte en z.

Sin embargo, muchas veces estas deficiencias son corregibles si se atajan en los tiempos adecuados. Es así entonces que para un tratamiento efectivo y a tiempo, los padres deben conocer sobre las edades de aparición de los fonemas de su lengua, en nuestro caso el castellano. En el justo momento en que los sonidos no son reproducidos por el infante en el momento en que debe hacerlo, es cuando se precisa de ayuda especializada.

Demora para hablar

Si tu niño no empieza a pronunciar sus primeras palabras a los 18 meses, y lo viene a hacer entre los dos años y medio y los tres años, entonces puedes definir que tiene retraso en el lenguaje y precisa de ayuda de centros de logopedia.

No obstante, esto no es motivo de alarma, pues en un gran por ciento de los casos esto suele corregirse.

Los problemas de atraso del instrumento lingüístico de tu niño pueden evidenciarse en cualquiera de los cuatro niveles del lenguaje. Estos son el fonológico (pronunciación), morfosintáctico (confección de oraciones), semántico (adquisición de vocabulario) y pragmático (uso práctico del lenguaje).

Normalmente, los más afectados son los dos primeros, y las carencias suelen manifestarse a partir de pronunciaciones incorrectas u omisiones de sonidos, y de expresiones definidas por frases cortas y simples respectivamente.

Los otros dos niveles suelen manifestarse mediante insuficiencias de vocabulario en relación con la edad, en el caso del nivel semántico, y en pocas habilidades comunicativas en el plano o nivel pragmático.

Algunos ejemplos de síntomas frecuentes que evidencian un retraso del habla y por tanto la necesidad de atención del logopeda, además del tiempo de aparición de las primeras palabras, son la inutilización e indefinición del “Yo” hasta los cuatro años; la no articulación de frases complejas y mala conjugación verbal hasta los cinco; la aparición tardía de fonemas y dificultades generales de comprensión y aprendizaje.

Luego de los cuatro años los padres deben prestar especial atención a las dificultades y retrasos que el niño pueda presentar en su desarrollo lingüístico, pues si estos no se tratan adecuadamente antes de los seis, pueden evolucionar y convertirse en trastornos, mucho más difíciles de corregir.

Otros casos en que se necesita del logopeda

Como se dijo al inicio, el logopeda no trabaja solo sobre las dificultades de pronunciación o el retraso del lenguaje. De hecho, es el primer especialista indicado para trabajar sobre otras alteraciones relevantes del lenguaje y de la región orofacial.

Ejemplo de estas son la tartamudez o disfemia, definida por repeticiones de sonidos y sílabas, así como prolongaciones de palabras o frases; la deglución atípica, caracterizada para lo no distinción en la forma de tragar líquidos y sólidos, y en tal sentido no posicionar adecuadamente la lengua, los labios o la musculatura peribucal; y las maloclusiones o uniones incorrectas entre los dientes superiores e inferiores.

De igual forma, el logopeda puede accionar efectivamente sobre alteraciones propias del lenguaje escrito como la dislexia, que es la incapacidad o dificultad para una lectura fluida; la disgrafía, evidente en dificultades para ejecutar certeramente los trazos de la escritura; y por último, la disortografía, que como se puede anticipar por su nombre consiste en una dificultad manifiesta para escribir con una ortografía correcta.

La mayor garantía para la corrección de todas estas dificultades y alteraciones, es su tratamiento precoz y oportuno, precisamente con el logopeda.

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